Cuesta empezar a sufrir por otra herida,
por la herida vecina, la que sigue después de la tuya.
Cuesta abrir el puente, hacer tuyo ese ser desconocido.
Cuesta poner la firma sobre el moribundo de la intemperie,
cuesta jugarse por el vuelto de otro escombro humano.
Cuesta ir de compras para alimentar al ajeno,
salir a tientas a buscarlos en el vacío,
cuesta poner el hombro para que descanse sobre esa piedra,
cuesta militar en tu esqueleto y en el de tu hermano,
cuesta sacar a flote el traje, el brazo, el mendrugo.
Cuesta borrarse en tantos rostros, emerger en otras manos,
socavar las sombras, destinar la espera a la despedida,
cuesta fabricarse otro calor debajo de la almohada,
cuesta decirle a otro limpiamente que no está solo.
Cuesta jugarse la vida por no sé quién y no sé cuándo,
cuesta compartir tu soledad, tu desdén y tu cansancio.
Cuesta estar de pie sobre tu propia muerte
para que otro siga despierto.